Tokio School apareció en la vida de Tomás Seco cuando este malagueño tomó la decisión de apostar por su vocación: la programación. “Con 8 años mi hermano me montó un ordenador en casa y desde entonces empecé a hacer cositas”, cuenta. Tomás fue autodidacta desde niño, hasta que un familiar que conoce el sector le abrió los ojos: “Me dijo que, si quería trabajar de esto, iba a necesitar el respaldo de una buena formación”, explica. “Y como vi que era uno de los lenguajes más demandados –añade-, aposté por la programación Java”.

¿Por qué Tokio School? “Mirando por internet vi que el de Tokio era el curso más completo y, para alguien sin experiencia en el sector como es mi caso, el hecho de tener prácticas de empresa aseguradas era vital”, comenta. Pero, el detonante de su decisión fue el poder obtener el certificado OCP una vez terminada la formación: “Ya que iba a invertir tiempo, dinero y esfuerzo, quería poder salir como un profesional acreditado”, explica.

Su proyecto final, un reto

Una vez terminada la parte teórica, llegó el momento de afrontar el proyecto final. “Antes de empezar en Tokio, yo tenía un ‘proyectito’ muy básico de un videojuego. En un principio pensé en utilizarlo como proyecto final, pero acabé tirando por otro lado”, explica.

Tomás lo tenía claro: “Yo quería un reto”, sentencia. Y fue a por todas. “Mirando las propuestas, vi que una de las opciones era El señor de los anillos y, como me encanta la saga, decidí lanzarme”. Como en todos los retos, siempre hay altibajos y el malagueño los ha experimentado: “Si digo que no tuve algún bache, miento. Hubo momentos de decir ‘y ahora cómo salgo de esta’, pero la verdad es que con paciencia y, sobre todo, con la ayuda de Santi, el profesor, lo saqué adelante”, explica, y añade: “Estoy muy contento con el resultado final”. ¡Y es para estarlo!

Tomás consiguió crear una aplicación 100% desarrollada con Java, y planteó una especie de juego de cartas basado en el universo de El señor de los anillos. Asignó a cada carta unas características para que luego esas cartas se “peleen” en una batalla multijugador.

A un paso de completar su formación y a sus 39 años, Tomás es un claro ejemplo de que nunca es tarde para ser valiente y cambiar de profesión. “Ahora trabajo como instalador de fibra óptica pero tengo claro que lo que me apasiona es la programación y estoy apostando por ello”, sentencia el malagueño.